SE FUE JUAN GABRIEL... El domingo 28 de agosto, a las 11.17 de la mañana (hora del Pacífico), el ciudadano mexicano Alberto Aguilera Valadez apareció muerto en su mansión de Santa Mónica, California. Informe de la autopsia: infarto de miocardio. La historia –parecida a tantas– pudo terminar allí. Pero se extendería y se lloraría por medio planeta. Porque el muerto no era otro que Juan Gabriel, su seudónimo desde que empezó a ser famoso.
En verdad, "famoso" es una palabra que lo minimiza. Juan Gabriel fue (y seguirá siendo) un prócer del arte popular de su país, con asombrosas resonancias y cifras en toda América, incluídos los Estados Unidos. Y mucho tardarán las lágrimas en secarse, aunque su voz, sus composiciones, sus casi infinitos sones, sigan resonando en los oídos y las almas de millones.
Salto a la gloria
Nace el año 1971. Nace su seudónimo definitivo: Juan Gabriel. Nacen sus tres primeros hits: No tengo dinero (¡vaya si lo tendría!), Tres claveles y una rosa, y Como amigos: ¡primer disco de oro! En adelante, su carrera es un alud, un tsunami. Tira en televisión: Él y ella. De pronto, Juan Gabriel se revela como cantautor, actor, compositor, productor discográfico… y filántropo: sus millones alcanzan y sobran para sostener al centenar de menores abandonados en la escuela Semjase: una experiencia que sufrió, pero en pésimas condiciones, durante ocho años.
De su talento nacieron baladas, rancheras, boleros, música pop, rumba flamenca, huapango, música chicana, salsa, son de mariachi, música de banda, big band… y hasta canciones de cuna para cada uno de sus cuatro hijos.
Se fue demasiado pronto, sí. Apenas 66 años. Pero una obra como la suya no se construye ni en dos siglos. Para el mundo, desde el arco que empieza en México y termina en California, partió mucho más que un gran artista popular: partió un prócer.
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