DARÍO PÉREZ RATIFICÓ DICHOS DE EX SOLDADO Y CONTÓ EL HORROR QUE VIVIÓ EN EL BATALLÓN DE LAGUNA DEL SAUCE
Revista Informada 17:50

DARÍO PÉREZ RATIFICÓ DICHOS DE EX SOLDADO Y CONTÓ EL HORROR QUE VIVIÓ EN EL BATALLÓN DE LAGUNA DEL SAUCE

El testimonio que esta semana ofreció a FM Gente el ex soldado Roberto Ramón Soler, sobre las torturas ocurridas en el Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce durante la dictadura militar, sacudió al diputado frenteamplista Darío Pérez. El legislador tenía 18 años cuando fue detenido y trasladado hacia ese lugar, donde estuvo encapuchado durante seis de los doce meses que permaneció preso. Este viernes Pérez decidió “desembuchar”, sacar a luz dolorosos recuerdos y contar su historia en FM Gente, ratificando los dichos del ex soldado.

Pérez detalló los apremios físicos que él y otros conocidos dirigentes locales sufrieron en aquella época, no para hacerse la víctima o con ánimo revanchista, dijo. “Me interesa que otra gente como el ex soldado que habló se pueda largar a hablar para reavivar la memoria de las cosas que vivimos”, señaló.

La siguiente es la transcripción completa de la entrevista emitida este viernes en Revista Informada.

Alexis Cadimar (A.C) – Esta semana el ex soldado Roberto Ramón Soler Castro, confesó una serie de hechos ocurridos durante la dictadura en el Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce. Dijo que estaba cansado de escuchar hablar a gente que no sabe lo que pasó, que fue testigo de torturas, dio nombre de torturadores y hasta indicó un posible lugar de enterramiento de restos de detenidos desaparecidos. Al nombrar personas, familiares de algunas personas mencionadas iniciaron acciones judiciales por posible difamación e injurias. Ahora vamos a conversar con el doctor Darío Pérez sobre este tema, porque él hoy legislador fue uno de los detenidos en aquella época en el Batallón y tiene en su memoria imágenes muy frescas de aquella situación. Él es testigo de aquella historia negra del país. ¿Qué sentiste mientras escuchabas a Roberto Ramón Soler?

Darío Pérez (D.P.) – Buenos días. Viste que llamé inmediatamente, porque escuchar al ex soldado me provocó una enorme remoción de una cantidad de recuerdos que uno siempre piensa que tiene solucionados, pero que no me había pasado en estos 34 años. No me puedo dividir y tengo quince años de exposición pública y soy el diputado Darío Pérez del Frente Amplio y eso de por sí puede generar rechazo en la cabeza, en los oídos y en el corazón de mucha gente. Tuve una necesidad de venir hoy… Sé que estoy usufructuando una serie de privilegios por ser quien soy, pero a su vez quiero pedirle a la gente que me escuche con la cabeza, los oídos y el corazón abiertos. Ni siquiera voy a plantear una defensa de la derogación de la ley de Caducidad porque todo el mundo sabe lo que voy a hacer, porque es coherente con lo que me he planteado en mi vida durante todos estos años. Porque estuve en contra del pacto del Club Naval, en contra de la Ley de Caducidad, por supuesto que hoy estoy a favor de la derogación de la Ley. Mis hijos por ejemplo son mis testigos, por supuesto la gente no tiene acceso a ello, de que alguna vez les conté estas cosas pero no me dediqué a darles manija todos los días ni a generar algo que no quiero, porque el odio y el rencor y el deseo de revancha no son buenos compañeros de viaje. Generan sentimientos negativos, enfermedad física y psíquica, etcétera. Pero he tenidos muchas situaciones en las que he estado con jóvenes y compañeros de trabajo en las que se da la conversación y me doy cuenta de que en realidad no se enteraron de que pasaron una cantidad de cosas en el Uruguay. Cosas que yo no deseo que pasen, ni para mis hijos ni para mis nietos, y para eso es necesario tener memoria. Sé que mucha gente que se entrevera y piensa que todos los que estuvimos detenidos empuñamos un arma y eso no es así. Yo quisiera entrar en el contexto de la situación. América Latina y el Uruguay vivieron una situación muy especial, los movimientos armados en el Uruguay no fueron nuevos; se dieron en el siglo pasado cada treinta y pico de años: en 1896, 1897, 1903, 1904, escaramuzas en 1910 y en 1934 hubo un intento de revolución armada con una especie de frente que estaba constituido por los blancos independientes, por los socialistas y los batllistas y fue la primera vez que la Fuerza Aérea bombardeó gente. Ahí mismo, en paso Morlán, donde quiso nacer, se rompió porque esa gente vio que los tiempos habían cambiado y la cosa no era de caballo y lanza. Treinta y pico de años después hubo gente en el Uruguay que creyó que podía llegar por la vía armada, pero a su vez estaban ocurriendo cosas en América Latina: por un lado pugnaban fuerzas progresistas y movimientos guerrilleros, por el otro venían las dictaduras. En 1964 se destituyó a un presidente democrático, Joao Goulart, en Brasil y podemos seguir avanzando hasta el momento en que se fraudó una elección en la que Wilson Ferreira Aldunate podía haber sido presidente de los uruguayos en aquella época. Le gustara o no le gustara a la gente, era así. Hoy se sabe por documentos desclasificados que hubo una intervención del gobierno de Estados Unidos y del gobierno de Brasil en las elecciones uruguayas. Yo era chico, pero recuerdo a mi viejo bastante calentito, que era votante de Wilson Ferreira, por las urnas que habían aparecido en Pando, no sé si la gente se acuerda de eso.

A.C. – Sí fue un hecho muy difundido. Todavía hoy se sigue hablando de eso.

D.P. – Por supuesto. En 1972 la guerrilla estaba derrotada en Uruguay sin embargo vivíamos una democracia que lo era en lo formal, pero en lo real se proscribió al Partido Socialista, se cerraban diarios, se cerraban radios. Imagínense si alguien en este momento pudiera pensar que estamos en democracia y ocurriera eso. Se fue apretando al movimiento sindical y al movimiento estudiantil y gente que nada tenía que ver con armas. Se siguió apretando hasta el golpe de Estado. Un día me desperté y fui al liceo y me enteré que había un golpe de Estado y lagrimeábamos abrazados, por lo menos los que estábamos interesados en política. Y voy a citar algunas personas que tuvieron que ver con movimientos de resistencia a la dictadura, que hoy inclusive estamos en partidos diferentes, y a los pocos días estábamos resistiendo a la dictadura con el “canario” Díaz en el fondo de su casa con un hectógrafo y con Luis Eduardo Pereira, haciendo volantes que decían “El Partido Nacional está en guerra, abajo la dictadura”. Teníamos 16 años y en aquel momento muchos dirigentes de ese partido dijeron “hay que desensillar hasta que aclare”. Esa fue la consigna, pero muchos de nosotros que éramos jóvenes, corajudos, inconscientes e inocentes y no sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Porque Uruguay venía de un proceso democrático muy largo y no teníamos idea de la locura, de la sevicia, de la fuerza con la fuerza con la que se aplicó la fuerza en este país, seguimos echando para adelante. Éramos jóvenes. Salimos a volantear, salimos a hacer pintadas. Y un día terminamos en el Batallón de Ingenieros Nº4. Y la gente tiene que saber que allí ocurrieron cosas horribles. Voy a citar algunas de las que viví, en general la gente que estuvo presa tiene cierto prurito, no vergüenza, pero cierto no sé qué de contar exactamente las cosas que vivimos. Lo habrán visto a través de mucha gente que estuvo presa y salvo en reuniones familiares o entre amigos, se cuentan las cosas que tuvimos que vivir. Ahí un día marchamos una cantidad de mi pueblo, debe haber habido unas 200 personas detenidas, algunos que tenían que ver con algo y otros que no tenían que ver con nada y les tocó.

A.C. – Era muy común en ese momento y lo recuerdo porque también estaba en el liceo. Algunos compañeros que integraban la organización estudiantil que imprimía los volantes, simplemente por repartir volantes estuvieron hasta tres años detenidos. Otros recuperaron la libertad inmediatamente, pero era discrecional.

D.P – Sí, yo voy a citar algunas personas que estuvieron en aquel momento. Claudio Invernizzi, que hoy es presidente del Sodre; Pablo “Yuyo” Pérez, diputado del Frente Amplio; el “Canario” Dandreau, edil de San Carlos; Eduardo Bonilla de Amanecer Frenteamplista; el “Toto” Núñez; Jorge Calvete, mi amigo y compadre que fue vicepresidente del Frente Amplio… y mucha gente más de las que me olvido o que no voy a citar. Pero es gente que estuvo en ese momento. La gente tiene que saber que nos bajaban a patadas, a palos. La gente tiene que saber lo que es un plantón, estar varios días parados con las manos en la nuca con siete baldosas entre talón y talón. La gente tiene que saber que nuestras piernas eran como piernas de elefante, que tenían moretones en la cara interna de los tobillos provocados por las patadas que nos daban para que abriéramos las piernas. Por supuesto que las cosas que relató el ex soldado son absolutamente ciertas. Submarino, picana, golpes… Conocí alguno de los que él nombró.

A.C – Pero era parejo para todos, aunque no tuvieran nada que ver.

D.P – Era parejo para todos, porque primero éramos culpables. Hubo gente que estuvo un mes, dos, tres meses. La gente tiene que saber en las condiciones en que estuvimos. De seis a ocho meses encapuchados, sentados sobre un colchón. A veces pasaban semanas sin podernos bañar. Voy a hacer un relato de un 18 de mayo de 1975, porque eso quedó grabado para siempre en la mente de todos los que estuvimos. La gente tiene que saber que ese famoso teniente Barrios que llegó a capitán y que después fue desafectado del Ejército por otro tipo de cosas, no por lo que nos hizo a nosotros. Cuando el ex soldado, del que yo no quiero hacer un aprovechamiento político de sus dichos porque creo que el hombre estaba atragantado y largó y entiendo su desconfianza hacia los políticos porque también a veces se ha tendido a la utilización de todos estos temas… Este teniente Barrios nosotros realmente le pudimos ver la cara, a parte de sentirle la voz cuando daba palos en la tortura…

A.C. - ¿Le vio la cara?

D.P – Le pudimos ver la cara cuando nos llevaban a un grupo de gente para Melo. Éramos los más jovencitos de todos, teníamos los 18 años recién cumplidos. Ese hombre nos ataba con alambre, antes de subir al ropero en el que fuimos trasladados. Firmemente, con alambre, ligando casi la circulación. Nos daba una patada, pero una patada, que debe haber quedado con la pata acalambrada de tanto que nos dio porque éramos más de 20 en el ropero. Y nos decía: “Cuando vean algo verde van a vomitar”. De la misma manera que el soldado planteó que ahí adentro había gente diferente, yo quiero plantear un claroscuro. Cuando subimos al ropero apareció un oficial de caballería, con aspecto de Oribe, con los bigotes retorcidos hacia arriba, que cuanto subimos cerró la puerta y nos dijo “cuanto salgan de acá los desatan”. Digo esto porque en el relato yo voy a ir contando cosas que por lo menos, dentro de aquella locura, reivindican al género humano. De historias de Barrios tengo montones, pero yo estoy contando de las que me puedo hacer cargo yo. De Plácido Amorín… Amorín además de humillar y mofarse… Voy a hacer una anécdota al paso. Nosotros estábamos encapuchados sentados, recibíamos dos comidas al día y el café de la mañana, a veces escaso y a veces no, dependiendo de la guardia que estaba porque se ve que algunos eran más sensibles que otros. “¿Quieren dulce y queso?”, decía. Por supuesto que algunos inocentes levantábamos la mano. “Dulce de tábano le vamos a dar”, respondía. A Plácido Amorín lo sufrí directamente yo. Todos los compañeros. Nos daba con el palo de punta en el abdomen. En aquella época que era musculoso y fuerte y no barrigón como soy ahora; el palo rebotaba. “Este debe hacer karate o judo”, decía. Y vuelta de palo. De eso soy testigo yo. Entonces, ese Plácido Amorín nos siguió cuando vinieron los niños del exterior a la salida de la dictadura, que vinieron en dos ómnibus por acá por Maldonado, por El Jagüel, ese hombre nos andaba siguiendo y lo conocemos perfectamente. E historias de los compañeros tengo montones, pero voy a decir las que me tocaron. Churi, Churi era un cabo con cara de criminal nazi. Ojos celestes, fríos. El pelo se le caía a mechones de la cabeza. Ese hombre gozaba de despertarnos saltando encima de nosotros de uno en uno. Porque al acostarnos, con la cabeza hacia la pared, estábamos todos en fila como las teclas de un piano. Y este hombre del cual recuerdo la bota, porque lo vimos por debajo de la capucha, porque era lo que veía y después lo conocí, saltaba de abdomen en abdomen. Ese era Churi.

A.C - ¿Cómo lo identificaste?

D.P. - Porque cuando nos fueron a soltar… Primera cosa, lo primero que quieran que sepan, todos los que estuvieron ahí… es que nosotros cuando íbamos al baño nos pasábamos jabón por la capucha y después con el alfiler del número… Teníamos un número, que en mi caso era el 105 y en del Toto era el 113… nos pinchábamos la capucha con el alfiler y no sé si la gente sabe pero al pinchar una superficie dura y mira a través de ella, es como mirar a través de una pequeña ventana. Y nosotros le conocimos la cara a la mayoría y ellos no sabían que hacíamos eso. Como no sabían que nos comunicábamos a través de eso y con un pañuelo, haciendo las letras. Había dos filas y uno estaba enfrente al otro. Con un pañuelo nos comunicábamos haciendo las letras, a veces hasta para hacer cuentos, para ver qué iba a pasar con nosotros. A veces nos burlábamos de ellos también. Porque había compañeros que pudieron sacar cosas en papel higiénico perforado con esa alfiler, que era todo un instrumento. En mi caso, con una pajita de escoba, hurgaba en mi encía y con sangre le escribí a mis padres y a una noviecita: “Espérame y te quiero mucho”. “Estoy bien viejos”. ¿Pero cómo lo sacábamos de ahí adentro? Entonces lo ensucié con heces, porque pensé que la única que iba a abrir un pañuelo con heces era mi madre… (Se emociona, se corta la voz)

A.C – Indudablemente un testimonio revelador el del diputado Darío Pérez esta mañana, que está notoriamente emocionado… Darío, ¿eran todos torturadores? Eran los militares o había grupos especializados?

D.P – Creo que eran siempre los mismos los que tenían esa tarea, que seguramente los elegían porque había que tener cierto grado de sadismo o de poco amor por el género humano para pegarle a un tipo atado, para hacer lo que contó el ex soldado, de castrar a otro hombre. Para que la gente tenga idea de cómo se vivía, yo quiero contar dos hechos. El 18 de mayo de 1975, estábamos sentados en un colchón y el frío nos penetraba porque no nos movíamos en todo el día. Abrieron todas las ventanas. Ese día hubo media ración. Nos hicieron poner a todos con las piernas abiertas y uno sí y uno no, nos iban pegando en los testículos con un palo. Puedo asegurar que los gritos de los compañeros dolían más que cuando nos pegaban. Eso lo estuvieron haciendo durante prácticamente todo el día.

A.C - ¿Cómo era la rutina de torturas? ¿La había?
D.P – Fue para cada uno diferente. No había una rutina, creo. Era en la primera parte y después las arbitrariedades, de las que tengo varios cuentos. Te voy a contar lo que pasó con un viejo, un hombre que no era militante. Era de izquierda, sí, que era coleccionista de armas y por eso le tocó. Dicen, de Manantiales. Un hombre muy folclórico y especial muy difícil de mantenerlo callado y entonces lo sentaban amordazado en el sillón del peluquero. En determinado momento le dieron la noticia de que su esposa había muerto en situación extraña –no puedo hablar de eso porque no tuve acceso directo a esa información. Entonces hacen un ovillo con un poncho, lo atan y lo empiezan a patear de a tres, de un extremo del galpón a otro, como si fuera un rodillo. El viejo, en su fortaleza y rebeldía, con una mordaza entre los dientes decía: “Asesinos, alguno vivo va a quedar para contar lo que me están haciendo”. Así como cuento estas barbaridades que cometían, quiero contar que había un soldado llamado Tejera que nunca más pudimos ver y que , jugándose la ropa, nos llevaba un correo de gente que estaba contra el gobierno. Iba a la casa de algunos que sabían que tenían familiares enfermos y les decía: “Su hijo está bien, quédese tranquila o quédese tranquilo”. Cuando a mi compadre Calvete y a mí nos soltaron juntos, ahí conocimos el rostro de Churi, a este soldado le habían hecho una trampa. Se ve que desconfiaban, y lo acusaban de deserción para sacarlo del ejército y él habló con nosotros. Fue la última vez que lo vimos, pero era un muchacho extraordinario. Después tengo anécdotas de suboficiales y algunos soldados que demostraron que realmente eran seres humanos. Después de todas historias, quiero que quien me esté escuchando entienda que no lo hago desde el punto de vista de política partidaria. Ya dije que ni siquiera voy a hacer una defensa de la derogación de la Ley de Caducidad, que ya sabrán qué es lo que voy a hacer. Pero sí para las generaciones futuras, saber que la democracia y la libertad es el valor fundamental, no importa el partido al que podamos pertenecer. Que recuerden, aun aquellos que puedan estar en las antípodas ideológicas, que hasta el doctor Luis Alberto Lacalle fue preso de la dictadura y se salvó por el coronel Trabal. Al que después acusaron que había matado la subversión en París, cuando todo el mundo sabe que en realidad fue su propia interna la que mató a un coronel que posaba por lo menos de progresista. Y lo digo con respeto porque al pobre hombre lo mataron. Me interesa que otra gente como el ex soldado que habló se pueda largar a hablar para reavivar la memoria de las cosas que vivimos. Y poder preservar este valor extraordinario que es la democracia y la libertad. El poder cacarear, que en la radio pueda abrir la boca cualquiera y mandar el mensaje por loco que sea. Todas esas cosas tienen un valor tan grande que solo cuando pierdes la libertad y cuando pasas por todas estas cosas, realmente le das valor. Lo que yo he contado es mínimo con respecto a lo que pasaron otros compañeros.

A.C. - ¿Cuánto tiempo estuviste detenido?

D.P – Estuve un año y cinco años de libertad vigilada. Esto último implicaba que tenía que presentarme todas las semanas en el batallón, perdías toda la mañana ahí. Para que la gente tenga idea, logré ir a estudiar porque los burlé. Pude estudiar porque me dejaron ir a hacer la academia a Montevideo y cuando fui a entrar me pedían una autorización del decano, porque yo tenía la Clase C -el certificado de fe democrática. Entonces gracias a un profesor destituido y del hijo de Clemente Estable, que también nos daba clase, fui a hablar con Ruben Casina y le dije que él no sabía quién era yo pero le dije que si no conseguía un permiso del decano no podía entrar a Facultad. Entonces él se la jugó y fuimos a la Facultad, esperé en la puerta como un pollito mojado, como buen canarito, entré atrás de él. Se sienta un muchacho de barba que después fue mi compañero de facultad, con una hoja en blanco con una firma. Yo no sabía de quién era la firma. “¿Qué es lo que tiene que decir”, preguntó. “Que el ciudadano con libertad vigilada puede empezar a concurrir a facultad”. Ahí me llevo el papel, miro la firma y era la firma del decano de aquella época. Una hoja en blanco con una firma de esas que suelen dejar los jerarcas. Me vine asustado para acá pero me la tenía que jugar porque si no, no estudiaba Medicina, que era mi vocación y mi sueño. Pero me dije que “hombre cobarde no besa mujer linda”, como dice mi padre. Quiero decir que las cosas que pasamos los más gurisitos quizás son la décima parte de lo que pasaron otros seres humanos. Esa es la verdad. No he dicho esto ni por deseo de revancha ni por afectar a alguien. Lo he hecho porque he tenido la necesidad de que la gente sepa que lo que este hombre ha dicho es verdad, hasta donde yo sé.

A.C. – Coinciden los hechos. ¿Viste mujeres detenidas en el batallón?

D.P. – Sabíamos que había compañeras presas. Las vimos una vuelta que nos sacaron a trabajar, ya al final cuando nos estaban por mandar a Melo. Hechos ocurrieron. Tenemos un compañero que era arquitecto, Sierra, muy enfermo y asmático. Era de las piedras y lo sacaban afuera para que se atacara y le negaban el inhalador. Tendría miles… yo le pediría a mis compañeros que se animaran a contar cosas que vivieron, no para hacerse las víctimas, hurgar o revolver caca vieja, como decía mi abuela, sino porque es necesario que la gente sepa de este enorme valor que tiene que vivir en libertad. Quiero agradecer que me hayas permitido desembuchar esto que tenía, que no lo he hecho como político sino como un ser humano. Casi te diría que el que habló fue un gurí de 18 años, de los de antes, recién salido del cascarón, que lo cambiaron como ser humano. Estoy seguro que si no me hubieran pasado esas cosas hubiera sido diferente. No sé si mejor o peor, pero diferente.

A.C - ¿En qué sentido?

D.P. – Porque te hace valorar otras cosas. En mi caso, que soy médico, te hace tener el sentido de lo que significa el dolor físico. El dolor espiritual. Y por sobre todas las cosas, que hay cosas que se pueden superar y que mañana va a salir el sol. Porque los que estábamos ahí encapuchados y los que pasaron más tiempo ahí teníamos que mantener la esperanza de que iba a salir el sol, de que íbamos a estar en libertad y que íbamos a poder organizar nuestras vidas.

A.C. - ¿Estuviste todo el año encapuchado?

D.P - No, seis meses. Después nos mandaron para Libertad, a otros para Melo. Que estábamos como en una especie de gallinero. Éramos tan peligrosos que nos tenían rodeados con alambre de gallinero. Ahí vimos enloquecer a un compañero. Situaciones de las que uno se acuerda, como una alarma general porque ellos tenían lío entre ellos y de repente sonaba la alarma. Recuerdo que una vez sonó la alarma y nos hicieron tirar a todos boca abajo y a cada uno nos apuntaba un soldado. Hasta el día de hoy me acuerdo del que me apuntaba a mí, no de su cara pero del brazo que tenía una insignia de suboficial mayor. Éramos todos gurises chicos… el chasquido del arma cuando se gatilla… todas estas cosas quedan grabadas. No le deseo a los tipos que pasen por lo mismo, ni que se les haga sufrir. Lo que uno a veces desea es que la gente sepa que fulano hizo tal cosa. Porque con ese pacto secreto, no ha sido como los que participaron de la dictadura chilena o argentina que se han hecho cargo de lo que hicieron, acá todo se ha mantenido en un mando de olvido en el que ellos no se han hecho cargo de cosas que cometieron. Excepto por los que cayeron por el artículo 4º de la Ley de Caducidad, no se han hecho cargo de esas cosas, ocurrieron asesinatos en dictadura, robo de niños, desapariciones, apremios físicos y heridas que uno las sana porque más vale mirar para adelante. Pero quiero agradecer esta oportunidad de desembuchar y espero que quienes me tengan rabia no me den pa´tabaco después que me vaya de acá. El que habló fue un muchacho de 18 años, que pasó por determinadas cosas que no quiere que le pasen a sus hijos ni a los hijos de sus amigos ni a nadie. Por suerte esas cosas pasaron. Pero que no reine la justicia está mal. Si le preguntaran al 95% de los uruguayos si el pueblo judío hizo bien al perseguir hasta lo último a los criminales nazis, creo que la mayoría del pueblo uruguayo dice que sí que está bien. Me gustaría que ese alto porcentaje lo aplicara también para el Uruguay. De las cosas que yo he dicho me hago cargo. Hay otras cosas que deberían decir otros compañeros que vivieron otras cosas y que estuvieron en otras circunstancias. Pero he dicho la verdad, la pura verdad y nada más que la verdad.

(Transcripción: M.R.)

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